DÍA GANADERO

Una manera única de disfrutar del turismo taurino.

Durante toda una jornada se podrá vivir, sentir y disfrutar, de una forma absolutamente exclusiva y privilegiada, de los secretos más íntimos del campo bravo al visitar una ganadería de toros bravos.A caballo, acompañando al ganadero y mayoral para realizar las tareas diarias con los toros bravos, podremos descubrir cómo se ve el campo desde dentro. Pasear entre el ganado bravo, respirar aire puro, descubrir vistas privilegiadas, avistar aves de diferentes tipos, en definitiva, adentrarnos en la vida de la ganadería de toros bravos. Posteriormente, a medio día, en casa de los ganaderos, se compartirá mesa y almuerzo para, tras la sobremesa, volver al campo a preparar y disfrutar  del tentadero profesional que se realizará por la tarde.

Un día inolvidable en una casa ganadera con una historia inigualable.

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EL TORO BRAVO EN EL CAMPO

De exactamente la misma manera que carecen de pudor o bien de amedrentad para el acto sexual y cuando le viene el celo no se ocultan de absolutamente nadie, las vacas escogen esmeradamente el lugar más reservado o bien más abrigado para alumbrar. Como la mayor parte de mujeres lo tiene por la noche. Coinciden asimismo con las mujeres en los 9 meses de embarazo si bien ya está dicho que en el celo no se semejan en nada. Las vacas aguantan la castidad con pero naturalidad que I. la Católica en la toma de Granada.
Poco más de un día les dura el celo. Entenderéis que localizar una mujer que salga solo un día a por año a machos es imposible. Mas dejemos las “comparanzas” y afirmemos que las vacas solo paren de pie cuando conjeturan algo extraño a su alrededor. Lo primero que hacen es relamer la cría hasta el momento en que torpemente se marcha poniendo de pie. Si una vaca no lame el becerro es prácticamente seguro que se muere si no asiste al ahijador a tiempo y le frota la piel con un saco y lo lleva a la lumbre para darle leche o bien calostros hasta el momento en que se endereza.
El becerro relamido busca instintivamente la teta y toma la leche a tirones hasta saciarse. Después se queda dormido como fallecido absolutamente inmóvil. Puede estar 5 o bien 6 horas seguidas de este modo.
Es entonces cuando mayor riesgo corre y cuando más celo pone la vaca en ocultarlo. La madre aprovecha ese instante para comer por el hecho de que no lo hizo en toda la noche y como resulta lógico está exhausta. Mas lo hace observando continuamente el lugar donde ha oculto la cría. Un buen ahijador ha de estar pendiente para encontrarlo cuando está dormido y ponerle el crotal con el número que va a identificarlo hasta el día del herradero. Y eludir que se metan con él los perros, especialmente si son extraños en la finca.
Un buen ahijador no debe fiarse jamás de la vaca para encontrar al recién nacido. La vaca siempre y en toda circunstancia va a tratar de engañarlo caminado o bien señalando en sentido opuesto donde lo tiene oculto. El vaquero imita de forma perfecta el becerrito del becerro y esto de desenlace con las primerizas que asisten donde lo dejaron a carrera tendida. Mas con las viejas la imitación no vale. Y por si fuera poco hay que caminar con mucho cuidado por el hecho de que cuando la madre sabe que el becerrito ha sido descubierto se abalanza a por las personas con una gran bravura. No obstante la vaca brava es quizás el animal más estúpido para proteger a las crías. Los perros o bien los lobos se los quitan con pero facilidad que a las mansas.
El becerro nada más nacer, se pasa los primeros días durmiendo. La primera semana a solas donde lo tiene oculto la madre. Después forman tropas y se marchan todos juntos buscando el gabán de la solana y allá se desperezan en sus inacabables siestas colectivas. Y allá los buscarán las madres para darles de mamar.
Por fortuna las ganaderías aun no se han inventado las guarderías infantiles y es apasionante ver a una vaca buscando a su hijo cuando este se pierde. Recorre todo el cercado buscando en los sitios más ocultos y chillando de manera lastimera. Hay asimismo madres flacas o bien viejas que apenas les prestan atención pues bastante tienen con subsistir.
Cuando a un becerro se le muere la madre hay 3 soluciones. O bien echárselo a la vaca suiza que hay para estos casos. O bien criarlo en la propia ganadería de toros bravos, alimentando al becerro a base de biberón o bien dejárselo a otra vaca brava que se le haya muerto el becerro. Acá es donde se prueba toda la habilidad del ahijador. Por el hecho de que la vaca brava que acaba de perder a su becerro suele rechazar al intruso, salvo las tontas que jamás faltan, el ahijador tiene un buen antídoto, despelleja el becerro fallecido y le pone la piel bien atada al adoptado. Solo identificando la fragancia de la piel de su hijo la madre se va a dejar mentir y admitirá como suyo al extraño.
En general un becerro no precisa mayores cuidados si está sano y bien ahijado. Más jamás faltan incidentes que requieren una meticulosa vigilancia cada mañana y cada tarde. Para poder ver cómo van. Lo más usual son las diarreas y se da en vacas muy lecheras y becerros muy débiles.

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